opinión
Ana María Arias Díaz
Julio 26, 2021
Sin duda, la contingencia sanitaria, ha cambiado nuestras vidas en muchos aspectos. A algunas familias, tal vez, las ha impactado donde más duele, perder un ser querido. A otros hogares ha traído la desesperanza y agobio, producto de la inestabilidad económica. Actividades que realizábamos con libertad, ahora son casi un privilegio. Nos invaden distintas emociones: pena, rabia, enojo.
El rol de los padres y madres, también se ha visto afectado; ya que, la escuela se ha trasladado al hogar, esos ambientes distantes y distintos, hoy son uno mismo. Sí bien es cierto, la familia siempre ha tenido un rol fundamental en el éxito académico de los/las estudiantes; ya que, como todos/as sabemos: una familia que: motiva, apoya y acompaña a sus hijos/as en el proceso enseñanza aprendizaje, influye positivamente en su desempeño escolar. Premisas que hoy arrastran otras responsabilidades que van más allá de lo que hasta ahora estábamos haciendo como padres y/o apoderados. Entonces, cabe hacerse las siguientes preguntas ¿Los padres y madres estaban preparados para que su living o comedor se transforme en una sala de clases? ¿Tuvieron tiempo para prepararse al enfrentar esta transformación? ¿Quién daría respuestas y soluciones sí en ese hogar no se contaban con las condiciones necesarias para asumir este nuevo rol familiar? Nuevamente, las emociones nos invaden: incertidumbre, angustia, frustración.
Esta desconocida labor parental vinculada a la educación, conlleva múltiples desafíos. Confrontar la tecnología, la cobertura de los planes de internet, el uso de aplicaciones, plataformas de videollamadas; en fin, un sin número de tareas que requiere la educación online. Por otro lado; hacer comprender a niños y jóvenes que deben realizar actividades educativas conectados a una pantalla, sin salir de casa ni llevando uniforme, sin ver ni sentir a los compañeros, reír o jugar durante el recreo disfrutando una añorada colación. Entonces, ¿qué habría sucedido sí en esta transformación que ha experimentado la educación en esta etapa de emergencia sanitaria nuestros padres y apoderados se hubieran negado a colaborar? Si las familias no estuvieran cumpliendo esta indispensable función de apoyo educativo, todo sería más complejo.
El amor de un padre puede derribar mil barreras, por eso hemos resistido a este sistema educativo online a medias, sin la igualdad de oportunidades para todos nuestros niños/as y jóvenes. La tenacidad, esfuerzo y perseverancia de los padres son, sin lugar a duda, una esperanza que nos permite ver con optimismo el futuro educacional. Esta alianza familia y escuela se ha fortalecido, tal vez sin planificarlo. Desde esta mirada, nos evocan emociones positivas relacionadas con los principios de confianza, esperanza y resiliencia.
Al termino de cada jornada, a la “casa/sala” vuelve el ambiente familiar, se guardan los cuadernos, computadores y libros. Los héroes de la Pandemia retoman su rol: crear un ambiente cálido y familiar, sin apuros ni horarios tan rígidos y tal vez, disfrutar de una rica once de invierno preparada en familia.