Campus
Valentina Balboa Torres
Diciembre 16, 2024
En medio de las XXVIII Jornadas Matemáticas el Dr. Fidel Oteiza recibió este premio y analizó la progresión del encuentro nacional y su impacto al país.
El 22 de abril de 1982 fue una fecha que está marcada en el historial de la enseñanza de la matemática en nuestro país. El Dr. Fidel Oteiza Amorra, en conjunto con Hernán González y Patricio Montero, revisaban 80 escritos de 30 páginas donde docentes, directivos, decanos, y profesionales del área contaban sobre sus investigaciones, preocupaciones, libros y materiales, y un sinfín de otros detalles en torno a esta materia.
Lo anterior ocurrió tras una serie de cartas enviadas por Oteiza, en donde levantó un llamado para potenciar el encuentro de ideas y experiencias al gremio. Esto, ya que luego de 3 años trabajando en Venezuela, su regreso a Chile le mostró en aquella época una realidad diferente a la que había dejado cuando se despidió de laboratorios de matemática funcionando con especialistas nacionales y del extranjero que colaboraban y trabajaban en conjunto. Ya no había nada.
Aquella jornada, y mientras se movilizaba en su viejo jeep hacia Estación Central, el doctor en Curriculum e Instrucción se enfrentaba a la interrogante de si su solicitud habría impactado realmente, y de sí habrían llegado respuestas. Fue al llegar a la Universidad de Santiago de Chile Usach que comprobó que en el país sí había pasión por mejorar la educación.
“Los tres los recibimos -los textos- y tuvimos una jornada de intercambio. Y ya salió la idea de tener una sociedad. Entonces dije, bueno, súper simple, el movimiento se prueba andando”, rememoró el también magister en matemática, iniciándose así la primera edición de las Jornadas de Matemática, en septiembre del 82, lo que además propició la creación de la Sociedad Chilena de Educación Matemática Sochiem.
Tras 28 años desarrollándose en nuestro país, la edición realizada este 2024 en el Campus Los Ángeles de la Universidad de Concepción también le sorprendió con un reconocimiento: el Premio Nacional de Educación Matemática.
Fue Gonzalo Villaroel, quien se inició como estudiante de Oteiza y luego trabajó un centro de investigación con él, quien en secreto lo postuló. De las 2 cartas de respaldo requeridas por la Sochiem para aquella solicitud, consiguió 13.
“Yo las leí hace unos pocos días atrás, y se me nublaba la vista, porque me impresiona. Es como si te hubieran regalado espejos que te muestran tu parte positiva, porque ahí no sale lo negativo, las tonteras que alguna vez he hecho, y los errores que he cometido. Pero este es un espejo de tu parte positiva”, expresó emocionado.
Este premio no solo significó un repaso por su extensa carrera, sino también un cúmulo de energía de todo el público que le aplaudió tras entregar su discurso. “Cuando me bajé del podio y toda esa audiencia se paró delante mío aplaudiendo, y yo veía ojos brillantes, gente sonriente, decía, aquí hay una energía preciosa, que no es para mí, es por todo lo que han hecho”.
En este reconocimiento también se incluyó a Ismenia Guzmán, quien también en su gran trayectoria ha dirigido la Sochiem.
La realización de estas nuevas jornadas demostró el potencial que tiene el país en cuanto a la enseñanza de la matemática, lo que además ayudó a reflexionar a Oteiza. “Yo creo que el país podría darse cuenta, porque la parte difícil es que la escuela pueda poner en práctica las prácticas que se investigan y que se demuestran que son valiosas. ¿Por qué? Porque nuestros profesores están como muy aplastados. El número de horas de clase, las salas están todas separadas. No hay costumbre de innovación. En realidad, hay que cumplir, hay que pasar la materia, hay que tener buenas notas, y te tiene que ir bien en el Simce. Entonces, tenemos un sistema que hace que los profesores estén como muy enjaulados”.
Por lo anterior, destacó la relevancia de este tipo de encuentros, más aún cuando se trata de docentes que se desempeñan en escuelas y liceos. Esta XXVIII edición convocó a cerca de 300 personas de todo el país y también del extranjero, entre las que estaban estudiantes de posgrado, magister y doctorado.
Unir el conocimiento
En la postulación que envió en secreto su colaborador, Fidel, a sus 88 años, pudo cuantificar el impacto que ha tenido a lo largo de su carrera. Cerca de un millón de estudiantes tanto a través de material como de forma directa.
Para lo anterior, se requirió de un completo equipo, conformado por ingenieros, profesores de matemática, diseñadores, sociólogos, entre otros. Aquel tejido, complejo y necesario, levantó en él una de sus últimas conclusiones y es la necesidad de unir el conocimiento y fortalecer la red que pueden generar los cientos de profesionales en el área.
“El sistema nuestro tiene una cabeza grande, que es el Ministerio de Educación, (…), y tiene un sistema público de educación potentísimo, es enorme, es una de las empresas más grandes que tiene el Estado y, entre medio, falta el tejido. Entre medio están las universidades, entre medio están estos centros, entre medio pueden estar todos estos doscientos y tantos especialistas. Pero aquí el Estado podría hacer una política pública de reforzar ese sector para que se produzca la relación efectiva de la cabeza con los pies. Imagínate que nos faltara el tórax. Pues algo así le pasa al sistema público chileno”, sentenció Oteiza.
Fidel Oteiza Amorra
Es Magister en Educación Matemática (1970) y Doctor en Currículo e Instrucción (1976, Universidad del Estado de Pensilvania, USA).
Fue profesor en la Universidad Católica de Chile (1967/75), profesor titular del Departamento de Matemática y Ciencias de la Computación de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Santiago. Fue director de Centro COMENIUS para innovación en la educación, director del Centro ZOND USACH del Proyecto Nacional ENLACES. Profesor titular del programa de doctorado de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Fue consultor en la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, Caracas – Venezuela (1977/80), en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (nov./1980); en la Organización de los Estados Americanos (OEA) (1983/84); en la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREAL/UNESCO) (ago./1985); en la Organización de las Naciones Unidas – FAO (1985/86) y en el Ministerio de Educación de Chile (1993/96).