opinión
Dra. Helen Díaz Páez
Marzo 9, 2021
La proliferación del SARS-COV2, que se ha incorporado a nuestro lenguaje cotidiano como COVID19, pone de manifiesto la necesidad de replantearnos nuestra relación con el medio ambiente. Estos virus, que reciben su particular nombre por su forma, que lo asemeja a una corona cubierta de puntas, son propios de animales salvajes, siendo los murciélagos uno de sus principales reservorios.
De allí, que el paso de estos virus a la población humana sea el resultado de los hábitos y acciones del hombre con su entorno. Las costumbres que involucran el tráfico, captura y consumo de fauna exótica, no solo se limitan a China y sus Mercados húmedos, como el de Wuhan. También se dan en Vietnam, India y África occidental, por mencionar algunos países, donde abunda esta costumbre. En estos mercados se venden animales vivos, donde erizos, ciervos, nutrias, cocodrilos, perros, gatos, civetas, murciélagos y otras numerosas criaturas, permanecen hacinadas en jaulas mientras esperan su turno para enfrentar la muerte, compartiendo con charcos de sangre y vísceras, transformando el ambiente en una verdadera incubadora de epidemias.
Los efectos de la acción antrópica sobre la naturaleza han llevado a devastar extensas zonas de selvas tropicales, ocasionado que cientos de especies estén al borde de la extinción, y causando la aparición de nuevas enfermedades entre los humanos. Basta recordar la propagación del Ébola el año ‘96 en Gabón, África. En ese entonces, fue identificado como el culpable de traspasar el virus a los humanos a un chimpancé del bosque cercano, al cual los aldeanos habían cazado, desollado y comido.
En relación con la Covid-19 las investigaciones dejan en claro que este virus acrecienta la lista de las enfermedades zoonóticas, que han atacado a la humanidad como resultado de la destrucción de hábitat o consumo de fauna salvaje.
No está claro si este nuevo Covid19 salto desde un murciélago o pangolín a los humanos, lo que sí está claro es que dio su primer aviso en diciembre de 2019. Por ello lo que nos resta para enfrentar esta pandemia es comenzar a tomar conciencia de los efectos de nuestras acciones, mejorar los planes de urbanización, educar a la población. Los procesos ambientales y sus impactos en la economía y salud mundial nos hablan de la necesidad de abordar el estudio de la salud planetaria, y a través de ella comprender las conexiones entre el bienestar humano, y los otros seres vivos, incluyendo a ecosistemas enteros.