opinión
Dra. Helen Díaz Páez
Junio 7, 2021
Hace pocos días, específicamente el sábado 5 de junio, celebramos el día mundial del medioambiente, fecha que fue instaurada en 1974 por la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, por mucho tiempo su conmemoración, se centraba en torno a las asignaturas escolares de ciencias naturales y biología y quizás en actividades levantadas por alguna agrupación u ONG de carácter ambientalista.
Sin embargo, la afluencia del covid-19, ha generado un cambio en la forma en como el ser humano se relaciona con su entorno. Ya no cabe dude lo desastrosas que pueden ser las consecuencias de la pérdida de ecosistemas y el efecto de las acciones humanas sobre la biodiversidad. El covid-19 nos ha enrostrado los resultados de la reducción de los hábitats naturales, acciones que han llevado a crear las condiciones ideales para que los patógenos, incluidos los coronavirus, se propaguen.
Los efectos de la acción antrópica sobre los ecosistemas han sido devastadores, durante demasiado tiempo hemos explotado y destruido el planeta. La ONU indica que cada tres segundos, el mundo pierde una superficie de bosque equivalente a un campo de fútbol y, tan solo en el último siglo, hemos destruido la mitad de nuestros humedales a nivel planetario.
Es por ello, que las recientes noticias del avistamiento en primer lugar de un coipo (Myocaster coypus) y solo cuatro días después la presencia de una culebra de cola larga (Phylodryas chamissonis), ambos en las inmediaciones del Estero Quilque en pleno centro de la ciudad de Los Ángeles, hacen muy necesario repensar la relación de la comuna angelina, con su entorno.
En esta ciudad el crecimiento del sector inmobiliario ha ido en alza, con un proceso de cambio explosivo, que ha transformado innumerables sectores, antaño agrícolas en nuevos condominios y conjuntos habitacionales. Es precisamente en el sector nororiente de Los Ángeles, donde el Estero Quilque ingresa a la ciudad atravesándola para continuar a los sectores de Santa Fe y Virquenco, donde se han concentrado los mayores proyectos inmobiliarios.
No es de extrañar entonces, que aquellos animales que habitaban los sectores de vegas y agrícolas que aún persisten en la comuna, utilicen estos cuerpos de agua como parte de sus vías naturales. De hecho, tanto el coipo como la culebra son excelentes nadadores y es probable que el estero les permita aun recorrer los pocos hábitats que la explosión habitacional les van dejando.
Pero quienes son estos dos extraños personajes. El coipo es una especie autóctona de Sudamérica, siendo el roedor más grande que habita en chile, pudiendo pesar entre 4 a 10kg. El coipo se alimenta de la vegetación y frutos de los cuerpos de agua donde vive, ayudando al control de estas. Por su partela serpiente de cola larga es la culebra más abundante y de mayor presencia en Chile, su contextura es delgada y puede alcanzar hasta los dos metros de largo. Este reptil es endémico (es decir, solo vive en chile) y se alimenta principalmente de reptiles y anfibios, aunque también de otros animales como aves y roedores.
Ambos comparten la mala fama y la aversión de las personas, por lo que son cazados y muertos en forma inescrupulosa. Sin embargo, ellos son elementos fundamentales de los ecosistemas naturales. Por ello su presencia previa a esta celebración del día internacional del medioambiente, se convierte en un llamado de atención para los Ángeles, para que el crecimiento y el desarrollo urbano no afecte a la biodiversidad, y sea en un contexto sustentable y amigable con el entorno.
Dra. Helen Díaz Páez
Doctora en Ciencias Biológicas y directora General del Campus Los Ángeles de la Universidad de Concepción