opinión
Mg. Eugenio Enrique Figueroa Gutiérrez
Agosto 17, 2021
En los años recientes, y a consecuencia del aumento de diversos procesos migratorios y de reivindicación social y cultural, se ha generado en nuestra sociedad la obligación de reconsiderar y reformular los lineamientos que rigen la convivencia en un mismo espacio geográfico. Surgen entonces una serie de interrogantes y desafíos en materia de políticas públicas y sociales orientadas al bienestar general de todas las comunidades que conviven bajo esta realidad.
Según la información recogida por el INE y el Departamento de Extranjería y Migración, al año 2019 la población extranjera en Chile bordeaba los 1,5 millones. Los principales colectivos extranjeros residentes provienen de Venezuela (30,5%), Perú (15,8%), Haití (12,5%), Colombia (10,8%) y Bolivia (8,0%). A nivel local, de las treinta y tres comunas que componen la región del Biobío, la que concentra el mayor porcentaje de población migrante del total regional es Concepción con 33,9% seguida de Los Ángeles con 13,7.
Lo anterior ha conllevado un considerable aumento de matrículas de estudiantes migrantes en los niveles pre básico, básico y medio. Actualmente, cerca de un 4,4% del total de estudiantes matriculados corresponde a alumnos extranjeros, concentrándose principalmente en la zonas norte y centro de nuestro país. Según datos proporcionados por el Mineduc durante el año 2015 alcanzaba a 30.625 alumnos extranjeros matriculados, mientras que en 2019 dicha cifra aumentó considerablemente a 160.463.
El sistema educativo no puede estar ajeno a esta realidad, debiendo dotar a las escuelas de las herramientas necesarias para llevar a cabo adaptaciones curriculares con un enfoque intercultural, él que tiene un carácter inclusivo, que promueve la enseñanza del respeto y la valoración de la diversidad cultural, que resultan indispensables para lograr una educación integral, con la finalidad de erradicar la discriminación, la exclusión, el racismo, entre otros elementos que dificulten la convivencia entre culturas.
En este contexto, la escuela debe ser reconocida como espacio del intercambio cultural, en donde existe una confrontación continua entre lo que se enseña y lo que se aprende a partir del reconocimiento y valoración de la diversidad. Además, es crucial que esta contribuya a una alfabetización cultural desde las primeras etapas de la vida, promoviendo el desarrollo de competencias interculturales y la capacidad de reconocernos como seres humanos iguales en dignidad y derechos.